Con el sombrero puesto y un olor a viaje
descendiendo por las escaleras en repentina lasitud
extendió su mano venosa, su cuerpo cernido de sueños
en el oscuro reducto de la partida que se obliga
La calle fue una oleada acompasada por el ruido
la distancia una vieja encorvada y silenciosa
Había un tren sin destino que nacía de nuestros cuerpos,
rieles durmientes crujiendo entre el follaje ennegrecido
hubo también, un amor que crecía en la oscuridad
de los milagros retenidos
Ana Chig